Reducir la submodalidad auditiva

El reto

Hace muchos años, una clienta acudió a mí en busca de ayuda porque oía constantemente en su cabeza canciones de la época de la guerra.

Tenía más de 70 años y no podía dormir ni tranquilizarse porque seguía oyendo en su cabeza canciones populares durante la Segunda Guerra Mundial. Había ido a tres médicos y a un psiquiatra y le habían dado medicación para ayudarla a calmarse. Fue el último médico que la atendió el que la remitió a mí.

El efecto

Estaba agotada porque no podía dormir. También se había puesto nerviosa al reunirse con sus amigos, ya que tenía dificultades para concentrarse en las conversaciones porque las canciones en su cabeza eran constantes. Se había retirado de la compañía y había aceptado que era algo que, según ella, "siempre me perseguirá".

Solución

Lo primero fue establecer una buena relación y convencerla de que era algo que podía cambiar.

Para crear un buen estado de ánimo, le dije que era genial que tuviera un móvil "inalámbrico" en la cabeza. Utilicé la palabra a propósito porque "inalámbrico" era el nombre que se daba a la radio en los años cuarenta.

Cuando empezó a reír, anclé ese buen estado con un ligero toque en su brazo. Luego la puse en trance y le pregunté si sabía "sintonizar" una radio inalámbrica con una emisora de radio. (esto se refiere a las antiguas radios analógicas que se pueden sintonizar y desconectar de una emisora).

Me dijo que sí, así que le pedí que se imaginara que giraba un dial y sintonizaba la "emisora de canciones de la guerra". Su respuesta fue: "No sabía que podía hacer eso", y al "desconectar" de la "emisora de canciones de guerra", las canciones dejaron de sonar. Practicó esto unas cuantas veces más hasta que fue capaz de "sintonizar" y "desconectar" su "radio mental". A continuación, le di algunas sugerencias de Milton Model sobre confianza y relajación y terminé la sesión

Resultado

La clienta estaba asombrada y cuando abrió los ojos la música había cesado. Se sintió muy aliviada, pero también preocupada por si volvía a sonar.

Le pedí que sintonizara de nuevo y la música volvió a sonar. Entonces le pedí que "desconectara", lo que hizo girando un dial imaginario. Cuando se dio cuenta de que podía controlarlo, no podía dejar de sonreír.

Un par de meses después, recibí una bonita tarjeta suya dándome las gracias. Ahora disfrutaba sentándose, tomando una taza de té y "sintonizando su radio" para poder escuchar las canciones que le gustaban a la hora que más le convenía