Trauma materno y personal

El reto

L.L. tenía alrededor de 40 años cuando empezamos a trabajar juntas en dos de los problemas que habían estado ensombreciendo toda su vida: la relación que tenía consigo misma y con su madre. El secreto más oscuro de L.L., a pesar de tener mucho éxito en su carrera, de ser una madre muy brillante y cariñosa, y de haber conseguido ocultárselo a todo el mundo, era cómo se veía a sí misma, la profunda inaceptación y el odio que sentía hacia sí misma y hacia su madre.

Debido a su educación y a la estricta etiqueta social impuesta por su familia, nunca fue capaz de abordar estas cuestiones y comprender sus propios sentimientos mientras crecía. Nunca se le permitió cuestionar la autoridad de su madre ni expresarse. Intentó intelectualizar y encontrar excusas racionales para lo que sentía. Intentó recurrir al arte y a la literatura para aliviar su constante dolor interior, pero aunque le ayudaban mentalmente, emocionalmente no sentía que tuviera una salida.

El efecto

De adulta, eligió una carrera en la que se apreciaban los personajes no emocionales y destacó mientras los conflictos internos seguían consumiéndola. Consiguió construir y mantener buenas relaciones sociales y profesionales gracias a su gran carisma y a su capacidad para ocultar sus verdaderos sentimientos.

Más tarde, el conflicto se desarrolló en sus relaciones personales con los hombres y las personas a las que quería amar. Cuando alguien que le importaba le correspondía y le expresaba su amor, dudaba inmediatamente de él. Sentía que le mentían y que no merecía ser amada. Sus palabras eran: "Seguro que no puede tener razón, no sería natural que sintiera eso por mí".

Cada vez que tenía este sentimiento, veía la imagen de su madre, lo que desencadenaba una imagen de "vómito" (referencia del cliente). Este sentimiento era tan fuerte que la hacía sentir físicamente enferma del estómago, desencadenando sentimientos de culpa hacia la madre. Por este motivo, recurrió a la religión y la espiritualidad, pero su ansiedad no hizo más que aumentar. Además, cada vez le resultaba más difícil y agotador ocultar el dolor a los demás.

Solución

Aunque L.L. era intelectualmente clara y consciente de que las creencias que arrastraba estaban saboteando su felicidad, no podía desprenderse emocionalmente. Cuando empezamos a trabajar juntos, decidió que estaba preparada para cambiar sus creencias. Usamos un proceso hipnótico para traer comprensión, perdón y reconciliación entre el niño, el adulto y la madre que era la causa principal del conflicto.

A veces, debido al intenso dolor experimentado, fue necesario pedir a L.L. que saliera de la línea temporal para disociarse. De este modo se sentía más en control. También utilizamos el proceso de integración de partes en numerosas ocasiones para reunir en una unión armónica equilibrada las dos partes principales (personas) de su mente que luchaban por el control. Ella sentía que haciendo este ejercicio más a menudo, más y más de lo que realmente quería ser resurgía y le hacía sentir paz. Trabajamos juntas un total de 50 horas, incluyendo sesiones de hipnoterapia y coaching tradicional, una vez eliminados los conflictos iniciales.

Resultado

Tras el éxito de la impronta con las nuevas creencias que L.L. quería para sí misma, sintió "como si por primera vez en mi vida pudiera respirar, como si realmente tuviera un corazón dentro y me sintiera digna", y también escribió: "Trabajar y hablar contigo me ha cambiado de un momento a otro... como hace el té de caléndula cuando te duele el estómago. Realmente sientes su efecto calmante en la herida...''.